04 julio 2012

Los compañeros hacen que vuelva el oxígeno


Que nadie me venga con ese cuento de que las-redes-sociales-qué o que las redes sociales todavía no son representativas de algo mayúsculo. Mi experiencia con ellas me ha dejado algo que nunca pude experimentar con mi familia ni con mis amigos de la secu|prepa (salvo unos 4, 5 casos a lo largo de 15 pesados años): he encontrado gente que me ha leído atentamente y, no solo eso, ¡se ha puesto a dialogar conmigo! Al grado de valorar lo que digo o de confesarme que lo que digo le permite encontrar sus propias verdades o bien que gracias a no estar de acuerdo conmigo ha podido llegar a sus propias conclusiones.

Si mis 30 me hubiera tocado vivirlos en los 90, pfff, seguiría igual de deprimido que en el 2001, mi año más terrible, mi año más underground.

Apelativos he tenido pocos en mi vida: Joseal, Sifón, Beto el taquero, el Beto, Beto de 10, Espejito, Paz, Pacífico, pero sin duda el que siempre me acompañó a lo largo de mi vida, aunque nunca nadie me dijo así pero medio mundo me hizo sentir eso es el “Eso-qué”. Si decía algo medianamente analizado: Eso-qué, si empleaba palabras poco comunes: Eso-qué, si decía que escribía poemas o que el cine de autor o que la música extraña de otras partes del mundo: Eso-qué. Y así, pues, se entiende la idea.

Entonces llegaron las redes sociales y más y más aliados voy encontrando, compañeros de profesión, compañeros de causa y de experiencia.

Ayer en la noche nuevamente volvieron a conmoverme, volvieron a revitalizar mi ánimo.

Resulta que desde el domingo he estado bastante bastante inestable con respecto a mis ideales, mi postura postcomicios, mi búsqueda a partir de ahora, mis deseos de lucha, mi dónde-y-cómo-gastar-mi-energía, etc. Me enfermé un poco porque además entrar a esta cosa y toparme con tanta confrontación, tantos insultos a la ligera, tanta defensa de los propios prejuicios, tanto diálogo roto, pfff, me afecta un buen (en psicología moderna se le llama “alta sensibilidad” y no es nada del otro mundo). De hecho estaba decidido a retirarme un tiempo de las redes, darme de baja temporalmente.

Pero ayer, ah, el día de ayer 3 de julio, el azar me brindó una serie de status feisbuqueros escritos por mis contactos o bien compartidos de otros muros|biografías que me ayudaron a dialogar, ahora, conmigo mismo.

Gracias a todos esos estatus (reseñados en este blog en las siguientes 6 entradas) se acabó mi inestabilidad, se me acabaron las medias tintas, se acabó la bipolaridad de mi biografía.

Creo que no alcanzamos a ver los alcances que tienen nuestros tuits, nuestros likes, nuestros shares, nuestros post. Llegan a ser una interlocución necesaria para algunos, un espejeo para otros, un arrebato terapéutico inclusive.

Si alguna vez vuelvo a la narrativa, creo que comenzaría por este personaje que, me parece, siempre he admirado: aquel que un día acepta su destino y lo emprende, con todo el miedo del que el cuerpo es capaz, la incertidumbre, el salto al vacío que ello implica. Ese destino podría ser desde la guerrilla hasta el exilio, la reclusión budha-style o bien un viaje, algo que implique afrontar inevitablemente un destino radical.

Quien me vea pejezombie, hombre, qué le hacemos.
Quien me vea de hueva, hombre, no será la primera vez.
Quien me vea con una actitud de WTF o Eso-qué, hombre, sea eso libertad de pensamiento.
Quien me vea ingenuo, pues sí, la ingenuidad y la inocencia son emociones bastante liberadoras, más si las sientes sin baja autoestima o sin culpas.

Bien, el trauma se volvió self-acceptance. ¿Acaso es esto un evento microcósmico que nos está ocurriendo a muchos destinado a volverse macrocósmico? ¿Es esto el 2012? ¿Es esto el brote de las aguas sagradas, de la fuerza guerrera, de la sabiduría atlante?

…atlantista también, cómo no…

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