15 diciembre 2005

El único centro que no se desplaza es el de la condición humana. Allí donde la especie habla de sus celos, de su sexo, de sus ansias de poder, de sus humillaciones, de sus felicidades y sus crímenes, allí estará siempre el centro. Las migraciones, las dispersiones, la mutación de las lenguas, en todo eso seremos siempre otro. Pero en las pasiones y deseos nos mantendremos fieles siempre a lo que fuimos y a lo que seremos, aunque nuestra voz clame en el desierto, aunque nadie nos oiga. De esa diversidad y también de esa unidad está hecha nuestra memoria.
Alain Summers

I.
La figura que se forma desde lo oscuro, que reconocemos como nuestra, como propia, familiar e íntima, es el Significado. Así, el proceso interpretativo (aquello que le da un significado particular a algo universal) es el enigma humano por excelencia. Inteligir y darle sentido hasta a lo más absurdo es el único centro que hasta ahora he podido entender.

El concepto de centro me resulta complejo, aunque detrás de toda reflexión al respecto no me parece otra cosa que una mera forma de organizar la realidad (de organizarse una realidad) desde un punto de partida específico: todo comienzo lo hace desde un punto, un alpha, a partir de ahí se forma lo concéntrico, lo periférico, lo envolvente. Se van formando líneas, saltos, conexiones, intersticios. Se dan los opuestos. Viusalmente hay unidad, complejidad, confrontación. Una realidad comienza a discursar. Y entre tanto, el centro sigue en el mismo sitio, tal vez no en medio del todo-formado porque lo creado puede ser que se haya desplazado hacia un costado y no concéntricamente, pero sigue presente desde la continuidad, desde el movimiento, desde la noción temporal del espacio ocupado por las líneas emergentes de él.

Entonces, cada formación, cada línea, define algo. Cada línea delimita. Cada fragmento revela. Cada conjunto es digno de concepto. La realidad de lo formado a partir del alpha tiene un significado, igualmente cada una de sus partes.

Una estructura así se repite en cada uno de nosotros. Lo que nos diferencia no es la estructura sino el momento final del signo, el instante oscuro en que cada forma es igual para todos pero con un fondo único en cada quién.

II.
Puede ser que lo real no tenga otro centro desde lo temporal pero tal vez sí desde lo espacial. Gráficamente el centro puede terminar en otro sitio. Un centro que terminó siendo no estático dentro del todo-formado que progresó desordenadamente. Y a la vez un centro relativo, en un tiempo desde una prespectiva, en un punto desde otra.

III.
Y si el centro fuera otra cosa, ¿qué otra cosa podría ser?
¿Es posible la multiplicidad de éstos?
¿La nulidad?
Tal vez la geometría no es la mejor manera de entenderlo.

IV.
Entonces me parece que valdría embestir el tema por otro lado, un lado menos obvio, menos convencional, más insensato.
La idea del centro tal vez es una mala idea.
Entonces el centro ha de ser absoluto, no existe de otro modo que no sea en la infinitud: todo es centro y nada lo es: en todo tiempo hay un potencial origen: la potencia es el estigma de lo real. Con ello la representación geométrica de la formación del centro no importaría, concentración y periferia no importarían, la convención de lo continuo no importaría.
No me alcanza la inteligencia para entender estos temas, inútiles en muchos sentidos. El misterioso pensamiento del hombre se estrella en el absurdo.
Y sin embargo, hay en ese choque una especie de sentido que alimenta al espinazo de la memoria, un significado, un interminable cuestionamiento que nunca cesa.
Pero siempre hay un signo que significa, un concepto que da sentido.