17 febrero 2005

Razón de identidad (versión nostálgica)

A Guanajuato le hace falta un buen restaurante; le hace falta glamour nocturno bien hecho; le hace falta diseño; le hace falta gente con mayor equilibrio; le hace falta mejor sabor en el café; mejor drenaje; mejores olores en los callejones llenos de estudiantes universitarios y familias surtidas; le hace falta tener menos alacranes y cucarachas; le hace falta tener casas bien planeadas; le hace falta remodelar la zona de puestos de alimentos de la Presa San Renovato; le hace falta reubicar el monumento al Pípila todavía más arriba porque llegar hasta ahí ya no sabe como antes; le hace falta mujeres que sepan volar, que dejen de pedir frapuchinos en las tardes de sol y capuchinos cuando cae la noche, que se acerquen al té (eso sí, hay muy buen té en los cafés de Guanajuato), que se esfuercen siquiera por distinguir un Derrida de un Wittgenstein, una Garbo de una Dietrich; a Guanajuato le hace falta que en los ciber cafés que se promueven como tal tengan siquiera una cafetera de 200 pesos con bebida lista (o que ya mínimo modifiquen sus nombres); le sobran tambores, le sobran sonidos africanos, españoles, franceses, asiáticos, irapuatenses; le sobra sensatez; le falta complicársela como ciudad.

Sin embargo ella ha sido lo más cercano a París para muchos de nosotros, lo menos lejano de Buenos Aires.

Territorio donde se inventa a los otros, donde cada tarde en que el sol se ponga, una nueva isla nacerá del imaginario de algún bicho raro, postrado sin tiempo en los escalones del Juárez, detenido como en un cuadro de Carral en San Fernando.

O mejor aún, sólo es la ausencia de algún volcán por la zona.

Razón de identidad

Se dice que al Sr. Jackson, sacrosanto refundador del baile a gran escala, del rhythm n’ blues robótico, de la videoteca de colección, le han puesto el jocoso sobrenombre de “Michael, el dálmata”. A qué se debe tal osadía, indagará atinadamente el justo lector, la razón es obvia y por ende efectiva: POR CONSERVAR SUS BOLITAS NEGRAS.

Escritura D>UNIDAD (apuntes tempranos)

1. ¿Qué ocurre con esas ideas que apenas tocan lenguaje, pierden brillo, pierden centro? Llega la noche para ellas, salen de un territorio donde ni siquiera tenían noche.

2. Se sabe que los únicos animales que pueden soñar son los mamíferos, entonces, si la capacidad de soñación sigue vigente a estas alturas, ¿no será signo fehaciente de evolución? ¿Una adaptación a un medio, digamos, birreal? ¿Una, aún no comprendida, clave del logos verdadero? Pero si es que aún no se comprende, ¿no será un error querer comprenderlo usando palabras como evolución, logos o verdadero?

3. Invenciones como el Internet han redefinido viejos y empolvados conceptos como libro o escritura, conteniendo una identidad mucho más profunda. Hoy en día se ha reactivado con mucho fervor la herencia vocal de nuestros antepasados que no contaban con la imprenta, claro, adaptada a medios más bien visuales y no auditivos. Así, las formas de conocimiento se reinventan, se multiplican desordenadamente, pero también se individualizan. Son tiempos modernos, con un anacentrismo (yo empiezo a preferir el término n centrismo) evidente, con un contexto viable a la libertad.... ¿ingenua mi visión? claro, por eso es libre.

4. Cuando uno piensa para sí mismo, ¿emplea palabras? ¿Llegará el momento en que se haga conciente que no sólo es ésta la vía de comunicación más efectiva? Las palabras, la lengua, no son navajas de doble filo, sólo son instancias a las cuáles se les ha delegado una responsabilidad mayor a la que les corresponde.

5. Escribir parece ser algo más que la simple traducción sensible de lo que se piensa. Parto del siguiente postulado: si uno está hecho a semejanza de Dios, entonces somos la parte concreta del concepto supremo. Dios sería la realidad absoluta, con sus rasgos intangibles y físicos (nosotros dentro de ellos), con esto, uno también estaría dotado de sus mismas cualidades, por ejemplo: crear: procesar palabras es llevar al plano sensible lo que se da en otro plano. Uno (cualquier “uno”) es un microcosmos, la Tabla de Esmeralda dice: todo lo de arriba es como lo de abajo y viceversa, entonces existe una correspondencia entre el absurdo absoluto y nosotros, entre Dios y Uno, los dos iguales en un sentido, incomparables en otro. ¿Qué es, pues, eso que se ha dado en llamar escritura?

6. Ante tanta ausencia de centro mejor volverse humanista. O naturalista. O vanguardista. O hermético. O agarthense. ¿No?

Tomás Eloy Martínez

El único centro que no se desplaza es el de la condición humana. Allí donde la especie habla de sus celos, de su sexo, de sus ansias de poder, de sus humillaciones, de sus felicidades y sus crímenes, allí estará siempre el centro. Las migraciones, las dispersiones, la mutación de las lenguas, en todo eso seremos siempre otro. Pero en las pasiones y deseos nos mantendremos fieles siempre a lo que fuimos y a lo que seremos, aunque nuestra voz clame en el desierto, aunque nadie nos oiga. De esa diversidad y también de esa unidad está hecha nuestra memoria.

Sonrisa anacentrista

Al cruce de Tlacoquemécatl con Adolfo Prieto, en el corazón de la Colonia del Valle, una cruda tarde estival Alain Summers escribía acerca de lo anacéntrico. La particularidad de tal idea era esa ambiciosa creencia (casi ciega) en el centro, situado ahí se podía cuestionar toda aquella forma simétrica que nos deja sensaciones axiales, concéntricas certezas. Una realidad sin centro parece ser el logos vedado, percibiéndolo “como se debe” tal vez haya una postulación que admita toda posibilidad, que se repliegue felinamente a toda relatividad, bandera ondeante hecha de ideas, afán contradictorio, animalidad conciente.

Summers no existe, existe su obra, ese compendio de artículos y conjeturas que busca impulsar el anacentrismo (¿desde cierta superficie hacia arriba? ¿hacia un costado? ¿del punto A al punto B? ¿impulsar?) al cual le han dicho que tiene sus horas contadas, al cual le han dicho que no puede nacer.